Ponte en situación:
Un jeque árabe, con más dinero del que podría gastar en diez vidas, organiza una fiesta de lujo. En medio del evento, lanza un reto:
— «Voy a dar un millón de euros a quien se atreva a cruzar esa piscina llena de cocodrilos»
Silencio absoluto. Copas de champán en el aire, caras de “sí, claro” y nadie se mueve.
Porque claro… todos quieren el millón, pero ninguno quiere jugársela.
Hasta que, de repente, alguien se lanza al agua.
Nada a toda velocidad, esquiva bocas repletas de dientes afilados, patalea con todas sus fuerzas y, en un sprint final, llega al otro lado sin un solo rasguño.
Los invitados enloquecen, el jeque se acerca con una sonrisa y le dice:
— «Impresionante. ¿Cómo lo hiciste? ¿De dónde sacaste el valor?»
A lo que el tipo, todavía jadeando, responde:
— «Primero dime quién ha sido el hijo de p* que me ha empujado.»**
Bienvenido a la realidad: no te tiras ni aunque te paguen
Esta historia es divertida. Pero si miramos bien, es la historia de la mayoría de la gente.
Muchos sueñan con más dinero, más libertad, más éxito.
Pero a la hora de dar el salto, de mojarse, de enfrentarse al miedo, se quedan quietos.
Mirando la piscina.
Dándole vueltas a los «cocodrilos» en su cabeza.
Inventando excusas:
🔸 «No es el momento adecuado.»
🔸 «Necesito prepararme más.»
🔸 «¿Y si me equivoco?»
🔸 «¿Y si me critican?»
🔸 «¿Y si no sale bien?»
Y así pasan los meses. Los años. La vida.
Siguen en la orilla, esperando un empujón… que a veces nunca llega.
¿Tienes miedo de los cocodrilos o del agua fría?
Aquí está la clave: los cocodrilos no son el problema.
El problema es tu cabeza.
Eres tú convenciéndote de que el agua está más fría de lo que realmente está.
Eres tú viendo mordiscos donde solo hay olas.
Eres tú esperando una seguridad que jamás va a llegar.
Porque, sorpresa: nunca vas a estar 100% listo.
Ni para montar tu negocio.
Ni para cambiar de trabajo.
Ni para pedir ese aumento.
Ni para escalar tu empresa.
Ni para tomar decisiones que te hagan crecer.
El momento perfecto no existe.
Lo único real es esto: o saltas o sigues en la orilla viendo cómo otros lo hacen.
Los que saltan son los que llegan al otro lado
Los que están facturando lo que tú quieres facturar, los que tienen la libertad que tú sueñas, los que están construyendo algo grande, no son más listos que tú.
La diferencia es que ellos saltaron.
No esperaron un empujón. No se quedaron analizando hasta la parálisis. No buscaron la validación de nadie.
Se tiraron.
Y luego aprendieron a nadar.
Y si lo piensas bien, ¿qué es lo peor que te puede pasar?
💥 Que te mojes.
💥 Que un cocodrilo te mire feo.
💥 Que tengas que intentarlo dos veces.
Pero al menos lo intentaste.
La pregunta es: ¿necesitas que alguien te empuje o vas a saltar solo?
Porque al otro lado hay un millón esperando.
Pero el premio no es el dinero.
El premio es que por fin te atreviste.
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