#diariodeunmentor LOS COBARDES NUNCA EMPIEZAN. LOS DÉBILES NUNCA TERMINAN. LOS GANADORES NUNCA SE RINDEN.
Facto:
En cada mentoría que doy, tarde o temprano aparece uno de estos tres perfiles.
Y no me hace falta escucharlos mucho para saber quién es quién.
Solo tengo que ver cómo actúan. O mejor dicho: si actúan.
1. Los cobardes nunca empiezan.
Lo tienen todo menos cojones.
Han visto mil cursos, han leído todos los libros de “mindset”, saben más de negocios que muchos CEOs.
Pero no lanzan.
No arrancan.
No publican.
No ofrecen.
No venden.
Y claro, no fallan.
Pero tampoco crecen.
Dicen que están esperando “el momento perfecto”.
Como si la vida fuera una partida de ajedrez y el tablero fuera suyo.
El momento perfecto no existe.
Y si existiera, no sería para ti.
Porque ya lo habrías dejado pasar.
El cobarde vive del “algún día”.
Solo que ese “algún día” es el sinónimo más bonito de “nunca”.
2. Los débiles nunca terminan.
Se motivan con facilidad.
Pero también se frustran con la misma rapidez.
Arrancan el lunes con un proyecto y el jueves ya están en otro.
Entran a una mentoría, pero no hacen el trabajo.
Montan la web, pero no lanzan el servicio.
¿Por qué? Porque esperan resultados inmediatos.
Y cuando no los ven, sueltan la cuerda.
Saben arrancar motores, pero no saben conducir.
Se ilusionan con el inicio y se deprimen con el esfuerzo.
Y como no tienen el carácter de seguir sin aplausos, sin likes, sin reconocimiento…
van saltando de idea en idea como si el problema estuviera fuera.
Pero el problema no es el modelo.
El problema es que no tienen aguante.
3. Los ganadores nunca se rinden.
A veces no son los más listos.
Ni los más rápidos.
Ni los que arrancan con más recursos.
Pero están ahí.
Cuando nadie los aplaude, siguen.
Cuando les dicen que no, siguen.
Cuando el mercado se pone duro, siguen.
Y no siguen por tontos.
Siguen porque saben que no hay plan B.
Porque entienden que esto no es una carrera de 100 metros.
Es un ultramaratón.
El ganador no gana porque acierta.
Gana porque insiste.
Porque corrige.
Porque aprende.
Porque tiene cicatrices.
Porque no necesita una ovación para hacer lo correcto.
La trampa más común: pensar que empezar es suficiente.
No.
Empezar te saca del grupo de los cobardes, sí.
Pero no te mete en el grupo de los ganadores.
El que empieza y se rinde es solo un cobarde con retraso.
Solo ha alargado su derrota unos metros más.
Empezar es fácil.
Insistir… esa es la diferencia.
Y ahora, tú.
Respóndete en voz alta, sin filtros, sin excusas:
-
¿Cuántas ideas tienes guardadas que no arrancaste por miedo?
-
¿Cuántas veces abandonaste un proyecto por no ver resultados rápidos?
-
¿Cuántas veces dijiste “esto no funciona” cuando en realidad lo que no funcionaba eras tú?
Cada vez que fallas en una de esas respuestas, te estás autoasignando un título:
COBARDE.
DÉBIL.
O GANADOR.
Tú decides cuál te toca.
Pero hazlo con una sola condición:
que no sea una etiqueta.
Que sea un veredicto basado en hechos.
Nunca olvides esto:
Esto no va de que tengas una idea brillante.
Ni de que hagas mucho.
Ni de que hables bien.
Va de aguantar.
De empezar cuando da miedo.
De seguir cuando se hace largo.
De resistir cuando parece que no pasa nada.
Y de no rendirte aunque todo esté en tu contra.
Si lo haces, puede que no seas el más admirado.
Pero serás el más respetado.
Y al final, son los que nunca se rinden los que firman los cheques, cierran las empresas que otros empezaron y hacen historia en silencio mientras los demás hacen ruido.
0 comentarios