#diariodeunmentor Quién ha sido el hijo de P**A, quiero darle las gracias
Un jeque árabe, en mitad de una fiesta fastuosa y rodeado de gente rica, ociosa y con el ego inflado, propone un reto:
“Un millón de dólares para quien cruce esa piscina llena de cocodrilos.”
Los asistentes se ríen.
Comentan entre copas.
Miran la piscina.
Ven los cocodrilos.
Y todos… se quedan donde están.
Silencio. Tensión.
Y de pronto, ¡SPLASH!
Un hombre cae al agua y empieza a nadar como si el diablo le persiguiera (y algo parecido le persigue).
Zambullidas. Chapoteos. Mandíbulas que se cierran a centímetros de sus pies.
Y sí… lo consigue. Sale al otro lado. Vivo. Exhausto. En shock.
El jeque se acerca y le dice:
— Bravo. Eres valiente. Te has ganado el millón. Pero dime, ¿cómo lo has hecho? ¿Cómo has tenido el valor?
Y el hombre, aún temblando, contesta con rabia:
— Primero dime quién ha sido el hijo de puta que me ha empujado.
Ahora cambia la piscina por tu negocio
Hazlo.
Piensa en esa idea que tienes en la cabeza desde hace meses y no ejecutas.
En ese proyecto que revisas cada semana y sigues sin lanzar.
En esa propuesta que dejas en borradores, en esa venta que no cierras, en ese cliente que sabes que necesitas pero no te atreves a llamar.
La piscina eres tú.
Los cocodrilos son tus miedos.
Y el otro lado… es lo que dices que quieres, pero no te atreves a perseguir de verdad.
El millón está ahí.
Y tú, como los invitados del jeque, estás esperando.
Esperando a tener más tiempo.
Más experiencia.
Más confianza.
Menos miedo.
Una señal divina.
Spoiler: no va a llegar.
El problema no es el miedo. Es la falta de acción.
Y la mayoría no actúa… hasta que alguien les empuja.
¿Y sabes lo mejor?
A veces, ese “alguien” es la vida.
A veces es un jefe que te despide.
Un socio que te deja tirado.
Un cliente que te reclama.
Una pareja que te dice “ya no puedo seguir así”.
O un mentor que te pega el zasca que nadie te había dado.
En ese momento, claro que te duele.
Te da rabia.
Te gustaría culpar a alguien.
Y lo haces.
Hasta que te das cuenta…
Que ese empujón te salvó.
¿Eres de los que se lanzan o de los que esperan el empujón?
Aquí es donde se separan los emprendedores que avanzan de los que se estancan.
Porque hay dos formas de llegar al otro lado:
-
Por voluntad:
Te lanzas. Sabes que hay riesgo. Que los cocodrilos existen. Pero el millón lo vale.
-
Por empujón:
Alguien te incomoda. Te desafía. Te sacude. Y te encuentras en medio del agua, sin otra opción que nadar.
La diferencia no está en llegar.
La diferencia está en el control.
En la elección.
En ser protagonista o víctima.
El otro lado siempre ha estado ahí
Y no solo con dinero.
Sino con libertad.
Autonomía.
Crecimiento.
Orgullo personal.
La sensación de estar haciendo lo que viniste a hacer.
Pero todo eso no llega desde la orilla.
Ni viendo vídeos de motivación.
Ni subrayando frases en libros.
Ni repitiendo mantras frente al espejo.
Llega cuando actúas. Aunque te estés cagando de miedo.
Pregunta incómoda (y necesaria):
¿Quién te ha empujado últimamente?
Y si no se te ocurre nadie…
cuidado.
Porque eso solo puede significar dos cosas:
-
Que te has rodeado de gente que no te reta.
Amigos que te aplauden aunque vayas cuesta abajo.
Colaboradores que te dan la razón aunque no la tengas.
Parejas que no te confrontan aunque te estés hundiendo.
-
Que te has vuelto tan resistente al cambio que nadie se atreve a empujarte.
Porque ya saben que no vas a hacer nada.
Porque tu muro de excusas ya está demasiado bien construido.
Porque prefieren no discutir contigo.
Y eso es una mala señal.
Consejo brutal (pero necesario):
Si no tienes un “hijo de puta” cerca que te empuje…
búscalo.
Ese mentor que no te compra tus excusas.
Ese amigo que te dice verdades incómodas.
Ese cliente que te exige más de lo que creías capaz.
Ese compañero que no te deja mediocrear.
Y si no encuentras a nadie así…
Conviértete tú en ese empujón.
Empújate tú.
No hay nada más poderoso.
Porque al final, lo único que cuenta es esto:
¿Te vas a quedar en la orilla viendo cocodrilos… o vas a saltar por ese millón?
Tú eliges.
Pero recuerda:
El agua siempre está fría.
Los cocodrilos siempre dan miedo.
Pero la recompensa solo existe para el que se lanza.
Y si hace falta…
Que alguien sea tu empujón hoy.
O conviértete tú en el cabrón que empuja a otros.
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