Ayer no pude publicar.
Se me complicó la mañana. Hubo imprevistos, llamadas que alargaron el café, decisiones inesperadas que exigían atención.
Hubo gente que se preocupó, que escribió, que preguntó: “¿todo bien?”
Y como siempre… hubo también gente que sonrió al ver que no lo había hecho.
Porque en el mundo de los negocios —y en la vida— no todos queremos que triunfes.
Pero mucho peor: hay quienes quieren que fracases.
Y puede que no lo digan, puede que lo disimulen, pero se nota.
Se nota en cada “ya veremos”, en cada silencio, en cada “¿para qué tanto esfuerzo?”.
Lo que les molesta no es que lo intentes.
Lo que les molesta es que no te rindas.
¿Quiénes son esos que se alegran cuando tropiezas?
-
El socio que se queda callado cuando le hablas de grandes cifras.
-
El colega que te recorta con un “es que ya sabes cómo está el mercado”.
-
El amigo con buenas intenciones que te dice: “no te flipes” justo cuando dices “vamos a por todo”.
-
Esa voz en tu cabeza que parece tan tuya, pero que solo repite lo que otros esperan.
No todos aplauden.
Algunos esperan que no aparezcas.
Que no entregues otra propuesta.
Que vendas menos esta vez.
Y te aseguro algo:
Cuando tu constancia les molesta más que tu éxito,
es cuando realmente empiezas a ganar.
¿Por qué?
Porque la constancia es una bofetada silenciosa a la mediocridad.
Para los que se conforman, que tú insistas significa que estás señalando su elección de quedarse.
Para los que se adaptaron al “ya está bien”, que tú insistas significa que no aceptas ceder.
Para los que miran de lejos, que tú insistas significa que vienes a cambiar algo.
Tu constancia les descoloca.
Y cuando alguien se descoloca, lo que siente no es inspiración… es amenaza.
No es solo “trabaja duro”. Es trabaja aunque no tengas ganas.
He visto a emprendedores arrancar con ganas de guerra.
Y al cabo de dos meses… apagados.
Porque “trabajar duro” suena bonito hasta que llega el día en que no te apetece.
En que no hay likes.
En que la cuenta no sube.
En que el cliente no contesta.
Entonces muchos dicen: “Bueno, ya hago lo que puedo.”
Y lo que puede… no es lo que necesita hacerse.
La diferencia la marca el que hace aunque no apetezca.
-
No envías la llamada cuando te apetece y la anulas cuando estás cansado.
-
No haces la propuesta sólo cuando estás inspirado. La haces aunque hayas follado mal por la noche.
-
No estudias cuando estás motivado. Estudias cuando tu mente está pesada.
Porque la constancia se construye fuera del pico de motivación.
Se construye en la normalidad. La rutina. El volver. El estar.
Las partes incómodas que nadie cuenta
-
Te equivocarás. Y mucho.
-
Te rechazarán. Y muchas veces.
-
Te preguntarán “¿Y para cuándo?” cuando todavía lo estás montando.
-
Oirás que es arriesgado… demasiado.
-
Te sentirás solo muchas veces. Porque los que esperaban ver tu caída ya dejaron de ver tus avances.
Y eso es perfecto.
Porque cada tropiezo sin que te rindas… te fortalece.
Cada “no” que tomas y sigues… te escolariza.
Cada semana donde haces lo que otros abandonan… te separa.
Entonces, ¿y ahora qué?
Hazte estas preguntas:
-
¿Cuántas semanas has repetido sin ver el gran resultado?
-
¿Cuántas veces has entregado sin que nadie lo admires?
-
¿Cuántas veces te has levantado sabiendo que nadie lo celebrará?
Y entonces: haz otra semana más.
No para que te vean.
Sino para que se vean obligados a verte.
Porque no van a aplaudirte cuando lo consigas.
No van a valorar toda la constancia que has tenido.
Van a ignorar tus días buenos.
Pero temerán tu próximo paso.
Y si quieren verte caer…
haz que tengan que ponerse de pie para aplaudir tu subida.
Aunque lo hagan con rabia.
Tu constancia les molesta más que tu éxito.
Y eso significa que estás haciendo lo que otros no tienen cojones de hacer.
Que estás subiendo mientras otros no soportan verte.
Que estás entrenando mientras otros descansan.
Y que estás construyendo algo que no les dejará indiferentes.
Así que sigue.
Aunque no aplaudan.
Aunque susurren.
Aunque esperen tu fallo.
Porque el que persiste cuando nadie cree…
es el único que luego cree lo suficiente para ganar.
0 comentarios