No es crecer sin parar.
No es acumular empleados.
No es facturar más cada año solo por el ego de la cifra.
Es vivir bien.
Así de simple.
Pero parece que a los que montamos empresas se nos ha olvidado.
Porque nos metieron en la cabeza que el sacrificio es la única vía.
Que si no sufres, no mereces.
Que si no estás hasta el cuello de trabajo, significa que no te importa lo suficiente.
Y así ves a empresarios y emprendedores completamente atrapados en su propio negocio, sin tiempo, sin paz, sin ganas, con la cabeza siempre en llamas.
Se pasan la vida apagando incendios y nunca disfrutan de lo que construyeron.
No es que no les guste lo que hacen.
Es que han convertido su empresa en su propia cárcel.
¿Por qué nos pasa esto?
Porque nos tragamos el cuento del sacrificio eterno.
Nos hicieron creer que si un negocio no te exprime, es que no es real.
Que si no te estresas, es que no estás haciendo lo suficiente.
Que si tienes tiempo libre, es que podrías estar trabajando más.
Y al final acabas viviendo con ansiedad, sin disfrutar ni un solo segundo lo que has logrado.
Tu empresa no te pertenece, tú le perteneces a ella.
Pero lo peor es que esto no solo lo aceptamos, lo celebramos.
Se ha glorificado la idea del emprendedor que nunca duerme, que está siempre disponible, que no se permite vacaciones porque “su negocio es su vida”.
¿Y sabes cuál es la trampa?
Que nadie te dice que cuando conviertes tu empresa en tu vida, pierdes tu vida.
Y ahí estás tú, trabajando más que nunca, ganando más que nunca, y sintiéndote vacío como nunca.
El problema es que esto no tiene fin
Cuando empezaste, soñabas con poder vivir bien, con independencia, con tener tiempo, con ganar lo suficiente para no preocuparte por dinero.
Pero en cuanto logras algo, el listón sube.
Ahora hay que crecer más.
Ahora hay que expandirse.
Ahora hay que contratar más gente.
Ahora hay que seguir facturando más, porque parece que si no, algo estás haciendo mal.
Nunca hay un punto en el que digas:
«Ya está, ahora sí disfruto.»
Y así te pasas la vida corriendo en una rueda que nunca se detiene.
Cuando por fin facturas seis cifras, empiezas a obsesionarte con las siete.
Cuando llegas a siete, miras a los que hacen ocho.
Cuando llegas a ocho, te comparas con los que tienen empresas internacionales.
Nunca termina.
Y en el proceso, ¿qué sacrificaste?
Tu tiempo.
Tu tranquilidad.
Tu vida.
Lo que nadie te dice
Mucha gente se preocupa por los empleados.
Por los clientes.
Por los proveedores.
Pero ¿quién cuida del que construyó todo esto?
A un emprendedor no se le permite parar.
No se le permite decir que está agotado.
No se le permite querer disfrutar sin que le miren raro.
Si dices que quieres trabajar menos, te llaman vago.
Si dices que quieres desconectar, te dicen que no te importa tu empresa.
Si dices que ya tienes suficiente y que prefieres estabilidad, te miran como si hubieras fracasado.
Parece que si no te estás rompiendo, es que no lo estás haciendo bien.
Y ese es el error que está destrozando a una generación entera de empresarios.
Montaste un negocio para tener libertad, no para ser esclavo de él.
El objetivo final es otro
No es estar ocupado todo el día.
No es crecer sin parar sin preguntarte si lo necesitas.
No es coleccionar empleados, ni oficinas, ni reuniones.
Es tener una empresa que te dé vida, no que te la quite.
Porque si después de todo sigues estresado, atado, sin poder disfrutar lo que lograste…
¿Para qué coño emprendiste?
Si el camino no te permite disfrutar, entonces el camino está mal planteado.
No se trata de no esforzarse.
No se trata de no luchar.
Se trata de que, si después de años sigues en el mismo nivel de agobio y de estrés que cuando empezaste, algo estás haciendo muy mal.
La empresa tiene que servirte a ti, no tú a ella.
Pero claro, decir esto es casi una blasfemia en el mundo del emprendimiento.
Parece que disfrutar de lo que creaste es un pecado.
Parece que tener tiempo libre es un síntoma de que no estás creciendo lo suficiente.
Parece que no puedes permitirte parar y decir:
«Ya está, he llegado a donde quería, ahora voy a vivir.»
Porque te hicieron creer que nunca es suficiente.
Empieza a recordarlo
Empieza a construir pensando en vivir bien, no en trabajar sin parar.
Empieza a soltar todo lo que te tiene atado sin necesidad.
Empieza a disfrutar de lo que has construido, porque te lo has ganado.
Si te montaste un negocio para ser más libre y acabaste más esclavo que un asalariado, has hecho algo mal.
Y si sigues con la mentalidad de que solo mereces disfrutar cuando hayas alcanzado X cifra, X puesto, X validación…
Te tengo malas noticias.
Nunca lo harás.
Porque siempre habrá un escalón más.
Un reto más.
Un objetivo más.
Y cuando te des cuenta, habrás pasado toda tu vida persiguiendo algo que nunca disfrutaste.
Así que si hay algo que deberías hacer ahora mismo, es preguntarte:
¿Estoy montando un negocio para vivir mejor o solo estoy construyendo mi propia prisión?
Porque el objetivo final de todo esto nunca fue facturar más.
El objetivo era facturar más y no amargarte la vida en el proceso.