Cuando vayas a crear la misión de tu negocio, ni se te ocurra hacer lo que hace el 99% de las empresas.

No la redactes como si estuvieras escribiendo el prospecto de un medicamento.
No copies una frase corporativa de relleno que suene bien pero no signifique nada.
No trates tu misión como un simple trámite.

Si lo haces, acabas como la mayoría:
— Un negocio que sobrevive, pero no emociona.
— Un equipo que trabaja, pero no cree en lo que hace.
— Un mensaje que suena bien, pero no vende.

Y todo porque nadie te enseñó a hacer una misión de verdad.

La mayoría de empresarios y emprendedores creen que la misión de su empresa es decir “vendemos X producto” o “somos líderes en Y mercado”.

Pero eso no es una misión.

Eso es un anuncio barato de teletienda.

Una misión de verdad no se trata de lo que vendes, sino de lo que inspiras.

Y aquí es donde entra Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito, que con una sola frase explicó mejor que nadie cómo se construye algo grande:

«Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Primero has de evocar en los hombres el anhelo de mar libre y ancho.”

Traducido al mundo de los negocios: No hables de lo que haces. Habla del futuro que estás creando.

El error de escribir una misión con alma de powerpoint

Mira esta frase:

«Nuestra empresa se compromete a ofrecer soluciones innovadoras y de alta calidad para mejorar la experiencia del cliente.»

¿Se te ha acelerado el corazón?
¿Te han dado ganas de invertir en esta empresa?
¿Sientes algo más que indiferencia?

No.

Porque esa misión no dice absolutamente nada.

Es un conjunto de palabras vacías que podrías aplicar a cualquier empresa del planeta.

Ahora mira esta otra:

«Nosotros no vendemos hamburguesas. Vendemos felicidad en cada bocado.»

Esta sí tiene alma.

Porque no habla de lo que hace la empresa.
Habla de lo que provoca.

Y aquí está la clave: una misión de verdad no es una descripción. Es un grito de guerra.

Si no puedes gritar tu misión, es que no sirve

Haz esta prueba ahora mismo:

1️⃣ Lee tu misión en voz alta. ¿Te emociona?

Si no te mueve a ti, no moverá a nadie.

2️⃣ Si mañana tu empresa desaparece, ¿alguien la echaría de menos?

Si la respuesta es “no”, es porque no estás resolviendo un problema real.

3️⃣ Si suena como la de cualquier otra empresa, ¿realmente es tuya?

Tu misión debe ser tan única como tu negocio.

Si puedes poner el nombre de otra empresa en tu misión y sigue teniendo sentido, es que hiciste algo mal.

Cómo hacer una misión que genere fanáticos (y no bostezos)

Piensa en el mundo sin tu empresa.
¿Qué problema sigue existiendo? ¿Qué necesidad queda sin cubrir?

Imagina que tu negocio llega a su máximo potencial.
¿Cómo ha cambiado la vida de tus clientes? ¿Qué impacto has dejado?

Convierte esa visión en una frase corta y poderosa.
Que sea clara. Que sea desafiante. Que haga que la gente quiera ser parte de tu historia.

Ejemplo malo: «Creamos soluciones de software personalizadas.»
Ejemplo bueno: «Eliminamos para siempre el caos en la gestión de negocios.»

Uno es un trámite corporativo.
El otro es una declaración de guerra.

Y adivina cuál conecta más con la gente.

Si tu misión no te asusta un poco, no es lo suficientemente grande

Si tu misión no es lo bastante poderosa como para hacer que alguien quiera levantarse y seguirte, mejor no escribas nada.

Porque la misión no es un texto bonito para poner en la web.

Es lo que hará que tu empresa pase de ser un simple proveedor a ser un movimiento.

Así que decide:
¿Vas a ser una empresa más?
¿O vas a ser la marca que la gente sigue porque cree en lo que haces?

La diferencia está en la misión.

Y si la tuya no pone los pelos de punta, ya sabes por qué nadie habla de ti.

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