Últimamente me está escribiendo muchísima gente preguntando por el sistema Mamuts vs Halcones.

Y me flipa una cosa.

Casi todos llegan igual: con una mochila bien cargada de ideas caducadas, frases heredadas de algún jefe de hace diez años, creencias que no son suyas pero se las tragaron sin rechistar.

“Eso no funciona en mi sector.”
“Es que mi negocio es distinto.”
“Ya lo he intentado todo.”
“Yo es que soy muy de procesos largos.”
“Es que no se puede delegar, porque nadie lo hace como yo.”

Qué maravilla.

Me siento como un cirujano con un bisturí afilado frente a una costra mental que lleva años enquistada.

Los escucho. Les hago preguntas. Les meto dos o tres ZASCAS bien puestos (con cariño, eso sí).

Y algo empieza a romperse.
Se hacen el primer silencio incómodo.
Después sueltan la típica frase: “Hostia, no lo había visto así…”

Y unos minutos más tarde… “ME CAGO EN LA PUTA…”

Así, con mayúsculas.

Lo he escuchado más veces de las que puedo contar.

Es la reacción natural cuando dejas de ver el negocio como una cárcel con horario y lo empiezas a ver como lo que debería ser: una herramienta de libertad.


Ahora escucha esta historia real.

Porque lo que estás viviendo tú en tu negocio no es muy diferente a esto.

La historia es esta:

Un científico propone un experimento.
Necesita a alguien que esté dispuesto a llegar hasta el final.
Encuentra al candidato perfecto: un condenado a muerte.

Le ofrece una alternativa a la silla eléctrica: morir desangrado, gota a gota, pero sin dolor, sin trauma.
El condenado acepta.

Lo atan.
Le hacen un corte superficial, que no sangra.
Debajo de la camilla, colocan un frasco con suero y una válvula que deja caer gotas en un recipiente metálico.
El condenado oye las gotas, cree que es su sangre.

Con cada “tac”… siente que la vida se le escapa.
Empieza a sudar.
A agitarse.
Se pone pálido.
Su ritmo cardíaco se dispara.
La válvula se va cerrando poco a poco…
Hasta que no cae nada.
Y su cuerpo colapsa.

Murió.
No por la sangre.
No por la cuchilla.
Murió porque creyó que iba a morir.


¿Y tú?

¿Cuántas ideas están muertas antes de nacer en tu negocio?
¿Cuántas decisiones no tomas porque una vocecita interna te dice que no puedes?
¿Cuántas veces dejas de lanzar una oferta, cerrar una alianza, subir precios, recortar grasa, porque tu mente te convence de que “no es el momento”?

No es el mercado.
No es la competencia.
No es la lluvia.
Eres tú. Y tu gotero mental.

Por eso creé Mamuts vs Halcones. Para destrozar ese sistema de creencias desactualizado.

Porque si no entiendes cómo te saboteas tu cabeza, de poco sirve cambiar el sistema.

La revolución empieza en tu forma de pensar.
Cuando te das cuenta de que estás rodeado de Mamuts (procesos lentos, decisiones torpes, estructura hinchada) y lo que necesitas son Halcones (precisión, velocidad, eficiencia)… ya no hay marcha atrás.

¿Sabes lo que ocurre cuando empiezas a aplicar este sistema?

Tu negocio empieza a respirar.
Tu tiempo se multiplica.
Tus decisiones mejoran.
Tu facturación despega.
Y tú… te das cuenta de que llevabas años encadenado por ideas que nunca cuestionaste.


Y sí, al principio da vértigo.
El vértigo de descubrir que puedes cambiarlo todo.
Que no era imposible, solo no te lo habías permitido.

Por eso la reacción más común es:
“Me cago en la puta.”

Bienvenido.

Ese es el sonido de una mente que acaba de despertarse.

Ahora, la pregunta final:

¿Vas a seguir escuchando el goteo que te dice que no puedes?

¿O vas a romper ese puto frasco de suero y hacer por fin las cosas como un Halcón?

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